Los problemas del Notariado. El Documento.

El Documento

Sería una crítica completamente apresurada considerar que el autor de estas páginas reduce la función notarial, y toda su problemática, al dominio de las técnicas y conocimientos necesarios para escribir sobre un papel. Más adelante nos ocuparemos de aspectos menos tangibles de la actividad notarial y como los mismos hechos históricos que hemos reseñando generan cambios que afectan nuestra profesión. Pero lo que queremos resaltar aquí es que la piedra basal, el hecho que le da origen a nuestra actividad es la necesidad de subsanar las dificultades que encuentran amplias capas de la población para la elaboración del documento escrito, ya que no saben leer, y si saben no saben escribir, y si dominan ambos conocimientos carecen de la práctica necesaria para elaborar un documento legible.

El Notariado es la rama aristocrática del "fenómeno de la "delegación de escritura, (que) se verifica cuando una persona que debería escribir un texto o suscribir un documento y no está en condiciones de hacerlo porque no puede o no sabe, solicita a otros que lo hagan por él y en su nombre, especificando o no las circunstancias y las razones de la delegación misma" . Más como toda aristocracia que se precie de tal sus orígenes son un tanto imprecisos, modestos y con algunos recuerdos oscuros que se prefieren barrer bajo la alfombra. No carecemos tampoco de “parientes pobres” constituidos por aquellas personas que, aún hoy, en zonas con serios problemas de alfabetización ofrecen sus servicios para redactar los escritos necesarios a los más humildes. Pero ambas ramas tienen un solo tronco común: la confección del escrito, al cual paulatinamente se le irán sumando los elementos jurídicos que diferencian a un instrumento público de un simple documento privado, y al Escribano del escriba.-

Partiendo de este hecho esencial: la imprescindible necesidad de la delegación de la escritura, paso a paso y a través de los siglos se edifica nuestra profesión, pues todo el derecho notarial, de manera más o menos directa tiene como núcleo de referencia el documento escrito. La importancia social del notariado nace por cuanto por su intermedio se llenan determinadas carencias de la sociedad, siendo indudable que la primera en el tiempo la constituye la complejidad misma de la producción física del documento.

Esto es sólo un corolario de la afirmación, tantas veces repetida, del recordado notarialista Nuñez Lagos: El documento hizo al notario, aunque hoy el notario haga el documento . Pero a poco de repetirla dos veces vemos que es sólo un ingenioso juego de palabras que puede ignorar siglos de historia puesto que, fue lanzada en una época, 1950, en que la matriz, por lo menos en Argentina, recién se dejaba de confeccionar a mano, la birome era un instrumento novedoso, no existían fotocopias y menos computadoras, mientras los niños continuaban apren-diendo caligrafía en la escuela a fuerza de plumín y tintero involcable.

Pero si pretendemos hacer un análisis serio de los problemas notariales no podemos desenten-dernos a la ligera de nuestro carácter de “hacedores de documentos”, de nuestro pasado como "taller de escritos", donde el notario, por sí o por intermedio de sus ayudantes, cubría las necesidades de escritura de un pueblo que, en algunos casos por comodidad, pero mayoritariamente por ignorancia, no sólo de las formas jurídicas sino de la habilidad de escribir, no podía hacerlo por sí mismo.

Debemos reconocer que a lo largo de los siglos se ha sacralizado al documento notarial dentro de un rito del cual somos oficiantes y él cual se ha rodeado de innumerables requisitos contando con la aquiescencia general de la sociedad, originado y conservado por las condiciones técnicas y culturales que hemos mencionado.

Pensemos que el analfabetismo absoluto hace de por sí imprescindible la presencia notarial, no importando si la otra parte sabe o no escribir. Tengamos en cuenta que al aumentar la cantidad de “partes” en el instrumento la posibilidad de que todas sepan escribir disminuye, y aún más el mismo hecho de que todos sepan leer y escribir es mejor que sea, por lo extraordinario, acreditado por notario. Qué otro sentido tiene leer la escritura que cubrirse de la "exceptio schedulae non lecta" originada en los tiempos en que la mayoría no podía leer lo que firmaba? Detengámonos un momento para ver que el requisito establecido por Velez Sarfield, en el art. 1021 del Código Civil en cuanto establece la pluralidad de ejemplares en los actos bilaterales solo podía cumplimentarse escribiendo varias veces el mismo documento, lo cual de por sí ya hacía más conveniente la intervención notarial.-

Evidentemente no puede ser la misma percepción frente al instrumento escrito la de un labriego iletrado que debe conseguir una costosa piel de pergamino para entregársela a un Escribano que, después de dos o tres días de escribir afanosamente, lo citará para leérsela ante varios testigos tan incultos como el rogante, que la de un empleado administrativo viendo al sucesor de aquel notario entregarle en pocos minutos el poder que le acaba de encargar y que no se diferencia en demasiado de los cientos de papeles que produce, y utiliza en sus propias tareas al cabo del día. El primero necesita la imprescindible intervención notarial para la producción física del documento, el segundo indudablemente no; puede, con toda facilidad realizarlo por sí mismo y, dada determinadas condiciones batallará por hacerlo.

El problema no es en sí novedoso dentro de la historia del notariado. Si, por ejemplo, analizamos la evolución de la letra de cambio veremos que sus más remotos antecedentes han sido redactados por notarios, y como gradualmente a mediados del Siglo XIV su elaboración va pasando a manos de los mismos comerciantes.- Podríamos explicar este hecho en una falta de interés en la fe pública, o en la siempre presente intención de reducir los costos que la presencia notarial impone, pero tanto lo uno como lo otro requieren como condición sine quan non el surgimiento de una incipiente alfabetización de los agentes comerciales.-

No es para nada complejo resaltar la importancia que la necesidad de la elaboración física del instrumento representa para el notariado por lo menos hasta las primeras décadas del Siglo XX. Los porcentajes de alfabetización, la historia de los elementos de escritura y los autores citados se bastan para defender esta tesis. Se nos podrá retrucar que siempre existieron personas, que sin ser notarios, supieran leer y escribir. A lo cual tendremos que contestar que esto es obvio pero agregaremos: 1) Que eran mucho menos que en la actualidad, 2) Que de por sí la gran mayoría eran personas de relativa importancia social en un mundo donde “el sentido común y el saber leer y escribir bastaban para hacer de un hombre un personaje de relieve” 3) Que el Escribano era quien hacía del hecho de poner su habilidad a disposición del público su profesión habitual.

Tal vez sea un poco más complicado intentar explicar la importancia de estos cambios para los períodos posteriores. Creo que lo mejor es acudir a una sencilla experiencia práctica: Apague su computadora y no la utilice por una semana. Hágase el firme propósito de no sacar una fotocopia durante el mismo período. No le pido un mes, sólo siete días y podrá apreciar en toda su magnitud cuales son los problemas para la elaboración de la escritura hasta fines de la década de 1980. Presupongo que aún tiene a su disposición una máquina de escribir y la habilidad de teclear con por lo menos seis dedos. Puede usarla con total libertad, pero piense que la mayoría de sus clientes no tienen ni lo uno ni lo otro.-

Tratemos de ver otro ejemplo de la manera en que las modificaciones tecnológicas modifican la manera de ver el documento escrito: Años ha, el rogante custodiaba celosamente su testimonio notarial y según sus posibilidades económicas lo resguardaba en una caja fuerte o escondido arriba del armario. Sabía que la perdida de ese documento, cuyo papel grueso y plétora de sellados delataba su importancia, habría de traerle algunos sinsabores. Obviamente nadie podía confundir ese testimonio con una copia carbónica, ni siquiera con una copia simple realizada en papel barato. El testimonio no sólo imponía respeto por sí mismo, sino que era, la mayoría de las veces, la única copia en su poder de la escritura matriz, archivada en la escribanía.

Hoy el mismo rogante vive haciendo fotocopias para mil y un trámites, repartiéndolas a diestra y siniestra. Algunas son copias de la matriz, otras del testimonio, o copias de copias, algunas son simples y otras certificadas por el escribano, o autenticadas por algún empleado de la institución que las recibe, o hasta una copia enviada por fax, etc. etc. No es infrecuente que entre tanto reparto el verdadero TESTIMONIO (a menudo extendido en fotocopias, lo cual ayuda a confundir aún más al profano) sea entregado, vaya a saber a quien, y cuando el escribano exija su exhibición para el acto que así lo requiere el interesado diga: No es lo mismo una copia? Mire que es certificada...

Y hay que explicar que no. Que una copia es una copia, aunque este certificada, y que el TESTIMONIO tiene distintos efectos en el campo negocial, que es obligación del escribano tenerlo a la vista y a veces retenerlo etc. etc. Si el profesional no logra ser didáctico, brindando una conferencia sobre el TESTIMONIO en diez minutos, el cliente se marcha refunfuñando y denostando toda la corporación notarial.

Es que si antaño el instrumento notarial constituía uno de los pocos, poquísimos documentos que conformaban el archivo personal de cada individuo, hogaño es para nuestro cliente uno de los múltiples papeles que suscribe a lo largo de su existencia y que amenazan ahogarlo desde la más temprana juventud. Y, claro está que confundidos en la cantidad el instrumento notarial, y su hacedor, pierden prestigio a los ojos de un rogante que difícilmente puede distinguir entre las distintas características y matices de los instrumentos.-

Podemos utilizar otro ejemplo también originado en la fotocopia (a la cual por su ínsita vulgaridad no le profesamos ninguna simpatía) si advertimos cómo, cada vez más frecuentemente, los distintos interesados en el instrumento notarial piden una fotocopia puesto que en la misma aparecen las firmas de las partes. La afirmación notarial de que las rúbricas firmas existen en la matriz, es relegada frente a la necesidad del público de "ver" las firmas reproducidas, sin parar mientes en posibles falsificaciones.- Y si alguien duda de esta afirmación es muy fácil para cualquier colega refutarla: la próxima vez que le pidan una "copia simple" de una escritura, en vez de hacer una fotocopia impriman de la computadora una copia en papel común y entréguensela al solicitante con la nota respectiva. Seguramente les dirá: Escribano, no podrá ser una fotocopia...?

Todo esto lleva a una marcada contradicción en la manera de percibir la escritura pública entre los notarios y quienes no lo son, similar a la de aquella anécdota que cuenta como en los tiempos de Madame de Pompadour, una condesita antes de concurrir a su fiesta de presentación llamó a un "coiffeur" para completar su arreglo con uno de esos complejos peinados que caracterizaron la época. El "estilista" tomó una cinta rosa y se la trenzó en el cabello, con tanta habilidad y arte que en pocos minutos construyó una graciosa torre sobre la cabeza de la jovencita. Terminada su tarea le comunicó al padre el importe de su trabajo. El Conde, escandalizado por la cifra, exclamo: Eso... Eso... por una cinta? El peluquero, sin inmutarse, fingió un último arreglo del tocado y desató el lazo provocando el derrumbe del peinado. Y con un gentil ademán le alcanzó el galón a niña diciéndole: De ningún modo, esta cinta es mi regalo!! Y con una reverencia se marchó.

Similar confusión impera en el ánimo de muchos de nuestros rogantes. Intuitivamente sólo pueden ver en el trabajo notarial un papel más de los muchos, muchísimos que utilizan a diario, y no alcanzan a comprender que hay en él para considerarlo diferente, y justifique nuestra retribución. Y ni siquiera podemos aplicar la solución del peluquero puesto que regalar fojas en blanco nos traería un muy serio problema con el cuerpo de inspectores.