Historia del Colegio Notarial de Sevilla.

Partamos en esta escueta sinopsis de la abigarrada y dilatada historia del Ilustre Colegio Notarial de Sevilla del siglo XIII, en el que, según se reseña en la monumental obra del Derecho Notarial Español de D. José Bono los scriptores desarrollaban una actividad, con libre profesionalidad, pública aunque no oficial en la escrituración de negocios, a diferencia de los encargados de la escrituración municipal, que eran simples cargos administrativos de designación anual, reservándose a los reyes la creación de los  primeros. De esta manera en 1.267 Alfonso X concede  a Sevilla esta facultad o regalía.

Respecto a esta figura de los Notarios de creación  real, se distinguen los notarios públicos del rey  incardinados en una determinada localidad y los  escribanos del rey sin adscripción, con competencia  general en todo el reino. En este Ilustre Colegio los  que detentaban la regalía de Alfonso X eran escasos,  constando algunos en Sevilla, donde le referencia  más  antigua de documento autorizado data de 1.253 firmado como “scriptore Sibille” por Remón Pérez, así como Niebla y Moguer.

Durante los siglos XIV y XV se implanta un número fijo de Notarías que en Sevilla alcanza la cifra de dieciocho en 1.360, mas la importancia de los señoríos se acrecienta en el territorio andaluz durante la Edad Media, alcanzando el 49% de la extensión de la Andalucía Bética y se genera otra fuente de creación de notarios vinculados a los citados señoríos, reconocida como privilegio añadido a los dispensados a los señores feudales. De esta manera consta en determinados lugares del señorío del duque de Medina Sidonia, como Moguer y Palos; los Condes de Niebla, en niebla, Trigueros, etc.; Gibraleón y Huelva, nombramiento de la casa de Medinaceli, etc., o en Castilleja de la cuesta por el Maestre de Santiago. Por otra parte también crearon algunos sin adscripción local, sino con competencia en todas las localidades de su señorío, como lo hizo el duque de Medina Sidonia en todo su dominio.
 
Empero la diversidad en el título o creación de los Notarios, no suponía heterogeneidad en su concepto, se imponían criterios claros para delimitar su competencia, siendo el principio rector el de la prioridad de la competencia local, de carácter general y excluyente, ejerciendo los notarios reales sin incardinación en un oficio una competencia reservada a determinadas actuaciones judiciales y administrativas y solo ciertas actuaciones ocasionales. Esta estructura notarial perdura durante varios siglos, con las lógicas matizaciones producto de las circunstancias históricas de cada momento, que se reflejan, por caso, en la extinción del régimen señorial.

Se alcanza de este modo el año 1.862, donde con fecha de 28 de mayo, se publica la Ley Orgánica del Notariado, la cual determina que habrá en todo el reino una sola clase de estos funcionarios cuya provisión se verificará por el sistema de oposición ante las Audiencias. La institución se organiza en colegios regidos por las juntas directivas, siendo presidida como Decano por D. Eusebio González de Andía la primera que se elige en este Ilustre Colegio Notarial para el trienio1.863-1.866.

Se crean por Real decreto de 26 de febrero de 1.906, en el que se determina que los notarios de cada provincia del reino constituyen un Colegio Notarial, los Colegios Notariales de Cádiz, Córdoba y Huelva, aunque su vida fue efímera.

En la junta general del día 12 de diciembre de 1.880 se acuerda la adquisición de un edificio con destino a sede oficial del colegio, el cual se localiza en la calle San Roque, posteriormente San Eloy, desde donde se traslada, sin no pocas vicisitudes, en forma de pleitos, hipotecas, etc. , al número nueve de la calle Amor de Dios, que en parte estuvo arrendado a la comandancia de caballería de la guardia civil hasta 1.939 y fue casa de huéspedes durante largo período.

Durante los noventa años  transcurridos desde su  institución definitiva, la  vida del colegio se  entrecruza con la de la  sociedad en la que se  incardina, bien en el  estricto ámbito  profesional, bien en  esferas más notorias,  como en el caso de Blas  Infante, del que se  conservan numerosas  referencias y curiosas  incidencias, así como la participación del colegio en acontecimientos locales, caso de la venida de Alfonso XIII o la erección del monumento a Fernando III.

Han pasado setenta años, el Colegio ha debido remozar su sede para adaptarse a las necesidades actuales en orden a mayor funcionalidad y servicio, pretendiendo abarcar un doble ámbito, el interno de atención y perfeccionamiento técnico de los colegiados; y el externo, con una mayor integración en el ámbito social. En definitiva, pretendemos mantener y perfeccionar la función notarial en sus caracteres y principios tan depurados por una amplia historia y extender su función social, que en definitiva representa la razón de su existencia y el reto de cada día.